Anarquía y oscuridad

Generalmente la historia del cómic se divide en tres etapas: la Era de Oro, la Era de Plata y la de Bronce. Sin embargo el escritor de cómics británico Grant Morrison determina cinco y no tres períodos agregando la era Oscura y el Renacimiento (Morrison, Supergods, 2012). La Era de Oro corresponde al primer período que va de 1938 con la publicación de Superman hasta 1956 con la crisis provocada por el Comic Code. En esta era destaca la editorial Detective Comics. La era de Plata es dominada por Marvel y se considera de 1956 con la publicación de los Cuatro Fantásticos hasta los setentas cuando la industria comienza a decaer.

La Era de Bronce corresponde a la década de los setenta y la primera mitad de los años ochenta que se caracteriza por la decadencia del cómic gráfico, el exceso del merchandizing, la exposición en medios y la prostitución del medio en la industria. El éxito financiero del cómic contribuyó a su decadencia creativa. Siegle y Shuster iniciaron la Era de Oro con Superman, Lee y Kirby inauguraron la Era de Plata con Los Cuatro Fantásticos, mientras que Alan Moore y Frank Miller marcaron la llegada de una nueva era con Watchmen y Dark Knight (Era Oscura). Ambos son ejemplos del cómic de autor que lidia con la denuncia política, caracterizados por el sarcasmo y cinismo hacia los ideales infantiles y derruidos donde solo el antihéroe puede mirar de frente al Abismo.

No combatas con monstruos, a menos que te conviertas en monstruo. Y si miras dentro del abismo, el abismo te mirará también a ti. Friedrich Wilhelm Nietzsche. (Moore, Watchmen, 1987)

La estética del cómic cobra relevancia en esta época. Moore y Miller se encargan de elevar el pulp al estatuto de novela gráfica, captando la atención de la academia y las artes con sus obras problematicas. Ambos iniciaron como escritores en Marvel que fueron reclutados por DC con la promesa de tener libertad de contenido dirgido al público adulto. Aunque eventualmente ambos abandonaron los corporativos para unirse al entorno independiente (Morrison, Supergods, 2012).

          En esta época, la novela gráfica denunció la ineptitud del Estado y el sistema que prometió un mundo mejor. El Estado representa un prójimo que pudiendo auxiliar no lo hace y consolida las imágenes primitivas de La Maldad que causa mal-estar por cosificar a los sujetos y eliminar con violencia paranoide a todo aquello que lo amenaza. El Estado suplantó a Dios y por desafiarlo el enemigo del Estado se juzga y se persigue. El antihéroe encarna la representación de esa violencia de choque que provoca mal-estar al agente de poder (ya sea el Estado, la Iglesia o la Corporación). La falta de contención de una institución como prójimo que asista nos retorna al caos originario con su apertura abismática.

Los ochenta anuncian el desplome de los ideales del sueño americano en pos de una cruda realidad que Hobbs y Nietzsche advirtieron siglos atrás.

“Somos la única protección de la sociedad”, señala Comedian después de masacrar a los manifestantes del movimiento contra-vigilantes. “Los protegemos de sí mismos”. “¿Que nos pasó?” exclama NiteOwl entre aterrado y sorprendido. “¿Qué paso con el sueño americano?” (…) “Se hizo realidad. Lo estás viendo”, responde Comedian mientras dispara a quema ropa a los sobrevivientes. (Moore, Watchmen, 1987)

La Era del Vacío que Lipovetsky describe es el escenario sombrío de las novelas gráficas de la época. Es el periodo de la frivolidad y el sin sentido nacido de la enajenación social en una cultura cuya finalidad se distorsiona por la pérdida de esperanza por un futuro mejor y la inmediatez del mercantilismo de la felicidad. La falacia de la satisfacción en la propuesta neoliberal que lleva a la humanidad a la apatía del más allá del principio del placer. El deseo no se sostiene porque parece que no falta nada. La voracidad del vacío ante la falta de contención de las instituciones (Estado, Iglesia o Familia) produce individuos enajenados cada vez menos vitales.

The Killing Joker: Odio y sociopatia.

          En la Era Oscura, Joker retorna a sus orígenes homicidas, pero con la actualización psiquiátrica de la época (inicios de los setenta). El caos y el sinsentido deben ser explicados por la ciencia, así que Guasón pasa de un bufón medieval a un enfermo mental. La psicosis es la explicación para lo inexplicable, la medicalización de la maldad. En la Era Oscura, la locura de Joker se torna antisocial y terrorista, aunque menos caótica pues sus peores crímenes tienen por objetivo dañar a Batman (Langley, The Joker Psychology. Evil Clowns and the Women Who Love Them, 2019). La maldad originaria toma un cauce monstruoso que le da sentido a Joker: la venganza y la competencia con Batman.

Para este Joker, Batman es la fuente de su mal-estar, lo cual encauza su destrudo hacia un objeto particular. Hay una distinción entre los villanos malvados y los monstruos dolientes. El Joker de Frank Miller es un monstruo al cual le duele la herida narcisista que Batman le provoca, Cuando La Maldad la ejerce el Estado y el mal-estar lo provoca la sociedad misma, el loco deviene en Monstruo y protagonista.

¡No quiero matarte! ¿Que haría yo sin ti? ¿Volver a estafar mafiosos? No, tú me complementas. (Nolan, El Caballero de la Noche, 2008)

Esta última versión de Joker, aunque mucho más violenta, lo presenta nuevamente como un monstruo cuyo objetivo es vengarse de Batman, quien es el objeto de su odio. Tomar un objeto hacia el cual dirigir su odio implica una sublimación del caos y la maldad originarias del Guasón. La necesidad de retribución muta en deseo de venganza.

          Tanto Alan Moore como Tim Burton sostienen la mítica historia de origen que culpa al Vigilante Nocturno por la transformación del Guasón, dándole un objeto a la destrudo caótica del personaje. En The Killing Joke ocurre un flashback donde muestra ese mal día que enloqueció a Jack Napier, transformándolo en Joker (Moore, The Killing Joke, 1988).

En la película Batman de 1989, Jack Nicholson encarna a Napier quien, después de un altercado con El Murciélago, cae en ácido sin que éste pueda salvarlo (Burton, Batman, 1989). Por otra parte, el Joker de Nolan que encarnó Heather Ledger es más cercano al personaje original. El trastornado payaso no odia a Batman ni busca la venganza (el origen de este personaje no se muestra en la película); sin embargo, presenta cierta fascinación con El Murciélago por identificarse con su oscuridad:

¡No hables como ellos! No lo eres, aunque quisieras serlo. Para ellos sólo eres un monstruo como yo. Te necesitan ahora. Pero cuando no sea así, te van a hacer a un lado, como a un leproso. Su moral, su código… Te olvidarán a la primera señal de problemas. Sólo son tan buenos como el mundo se los permite. Te aseguro que cuando haya dificultades todas estas personas civilizadas se comerán a sí mismas. Yo no soy un monstruo. Sólo voy un paso adelante. (Nolan, El Caballero de la Noche, 2008).

Las versiones donde Joker sostiene una relación de odio hacia Batman implican la sublimación de la maldad mortífera del personaje original. Incluso la versión infantil de Lego Batman nos muestra a un Guasón torturado por su odio aparentemente no correspondido hacia su enemigo oscuro (McKay, 2017). Pero esa relación con su prójimo mantiene a Joker anclado a la vida como monstruo. Joker, como agente de mal-estar, encarna La Maldad que solo se cuestiona a partir del encuentro con Batman. El Caballero de la Noche aparece como el objeto digno del odio del Payaso Asesino. Ya no le basta destruir o violentar sólo “porque puede”, pues ahora su sadismo requiere una reacción de su enemigo. Parafraseando a Winnicott, el comportamiento agresivo y odio que Joker dirige a Batman cumplen una función civilizatoria (Winnicott D.W., 1984). El Monstruo Joker es el objeto creado de la sublimación de La Maldad del personaje cuya nueva meta será el sufrimiento de Batman.