En filosofía, partir de Platón, el problema del mal se ha trabajado tanto en la filosofía como en la literatura como lo abyecto al ideal humano. Se le han atribuido al hombre y a Dios la virtud y la bondad como estatutos de su ser. En toda historia, literatura y recuento científico, la maldad se encarna en monstruos demoníacos que deben ser aniquilados al representar un peligro para la humanidad. Las mitologías contemporáneas como El Señor de los Anillos, Star Wars o los cómics de DC perpetúan esta tradición en la que el bien y el mal son fuerzas opuestas, a veces con una influencia Hegeliana son complementarias, pero el bien siempre triunfa sobre el mal.
Desde el psicoanálisis, en 1914, Freud escribe desolado sobre la gran guerra y sus horrores sin poder entender cómo es que el humano habiendo llegado a la cima de la cultura y la civilización pueda ser tan destructivo. ¡Cómo si la domesticación de los impulsos implicara erradicar la malicia y el odio! En la famosa correspondencia con Einstein, ambos comparten su preocupación por las tendencias destructivas del humano. Finalmente en malestar en la cultura, no tiene más que establecer la sospecha de un instinto violento y mortífero en el humano al cual la civilización no puede domesticar.
La historia de la humanidad es una historia de guerras y muertes violentas. Sin embargo, el siglo XX escandaliza por la capacidad científica y tecnológica para construir maquinas de guerra y perfeccionar las técnicas de aniquilación. El Holocausto pasará a la historia como el gran genocidio. ¡Cómo si los grandes imperios de la antigüedad – Grecia, Roma, el Imperio Romano Apostólico del Medievo con sus guerras cristeras – o los imperialismos – el británico, el francés o el español que conquistaron el nuevo mundo – no hubieran sido genocidas!
El problema para pensar el mal consiste en la idealización narcisista que el humano ha hecho de sí mismo. Desde Platón hasta Freud, pasando por la tradición cristiana que se instituyó en la cultura occidental durante el Medievo, la concepción del hombre ha sido polarizada e idealizada. La hegemonía de la bondad colocada en el hombre y en Dios mantuvieron la concepción de la maldad en las periferias de lo humano, representada en las monstruosidades. Y lo monstruoso y demoníaco merece y debe ser destruido. De ahí que las matanzas realizadas en nombre de Dios durante el Medievo no se consideraran genocidios. Los indios y los negros africanos no tenían alma, las brujas estaban poseídas por el Diablo, de manera que al no ser considerados humanos, su exterminio carecía del juicio moral de genocidio. Paradójicamente, los judíos en el tercer Reich también fueron extirpados de sus derechos como ciudadanos y condenados al exterminio. La diferencia: no fue un designio divino sino humano… o bien demoníaco si sostenemos que la maldad de Hitler lo ubica como la encarnación misma de Satanás. ¿Y qué hay de Hiroshima y Nagasaki con sus muertos y afectados por generaciones y generaciones debido a la radiación? Tampoco es genocidio ya que los japoneses eran “malos” y fueron bombardeados por los “héroes de guerra”: los estadounidenses que rescataron a los judíos de ser aniquilados por los monstruosos alemanes. ¿Esto es un relato histórico o un guión de ficción? Las líneas son tenues.
Mutantes. Desde el descubrimiento de su existencia han sido relacionados con miedo, sospecha, y odio frecuente. Por todo el planeta, el debate continúa. ¿Son los mutantes el siguiente eslabón en la cadena evolutiva, o simplemente una nueva especie de la humanidad luchando por su participación en el mundo? De cualquier manera, es un hecho histórico: Compartir el mundo nunca ha sido característica definitiva de la humanidad.
―Charles Xavier[1]
Hay que recordar que la historia de la humanidad ha sido contada por los pueblos que sostienen el poder. Las mitologías y los relatos heroicos han formado parte de la instauración del dominio de los poderosos sobre los pueblos popularizando los valores y tradiciones de cada cultura, así como las representaciones de la maldad. De ahí que resulte interesante observar como en el siglo XX, ante la muerte de Dios y la destrucción provocada por las guerras, surgen en una literatura de masas mitologías contemporáneas que llenan los vacios de historias y generan nuevos conceptos de heroísmo y monstruosidad.
En los últimos sesenta años, después de las guerras mundiales y el holocausto, el problema del mal y la destructividad humana así como su abordaje han tenido que virar de manera significativa. La filosofía y la ciencia han hecho su parte en tratar de explicar y entender la maldad. La ficción, como siempre, bordea la problemática humana y resulta más certera.